Supernova

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2014

Subsuelo Sede Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires.
Instalación. Empapelados, tejidos y cemento. Dimensiones variables.
Fotos: Gonzalo Maggi

 

Demoro la escritura a la espera de mis novedades

que llegan en tren desde Tucumán.
En ese letargo desmantelo
la casa de mi abuela: honor a la envestidura de
Alejandra Mizrahi.

Acompaño las respiraciones de mi abuela. Le leo mis poemas, me paro frente a ella y, entre el televisor y ella, le leo historias, poemas y cosas sueltas. Vuelvo a leerle mis poemas. Sobre la mesa las dos tomamos el té y me pide que lea el diario, novedades. Me dice que un gato anda por el jardín y que se lo quiere poner de estola. Me vestiría con ese gato. Pienso en su tapado de piel y en por qué le gustaba tanto llevar un tapado de piel. Un tapado de piel es llegar a un lugar. Así es que pienso en Elinor Glyn y en su debilidad por las pieles de animales muertos o vivos, al punto que alguna vez entró a un almuerzo literario en Londres luciendo su gato naranja enroscado en los hombros. Me encuentro probándome el tapado de piel de mi abuela. Las dos en silencio. Corresponde agradecer por estar ante una centuria de huesos. No puedo llorar. Hoy, con este texto, dejaré de ser una chica “It”. Llevo la casa puesta.
II
Me veo absorbida por un gesto que implica catalogar, reubicar, desalojar y olvidar. Primero identifico las piezas por tipología, luego por tamaño, finalmente por temporadas. La ropa, la ropa de invierno, la de verano. 7 bolsas. Las perchas, esqueléticas, se organizan en un rincón. La ropa de cama, las toallas y los colchones se van. Sillones a retapizar. La practicidad al servicio de la ausencia. Soy esas sábanas, le pongo el lomo a los pliegues, para doblarlas y aplastarlas con la mano. Me visto de manteles, de frazadas; se arma una cueva con los acolchados. En el desguace pienso: cobijoabuela, ¿podría ser?
Se retiran los muebles, los sacudo de un lado al otro, lastimo la pinotea con surcos transversales a la veta, hiero hoy. Descubro las marcas de las estadías, hendiduras propias de un taco, como hiciera Georgina Ricci alguna vez con sus gofrados en alfombras o sedimentos en paredes. No tiene nombre la memoria de las cosas y sus usos. Se acumulan las referencias con la obra de Alejandra Mizrahi, hace meses que pienso en ella.
La vajilla, la cristalería, las navidades, los cumpleaños: la retentiva en mis manos negras de envolver el cristal en papeles de diario; mis dedos disuelven letras para proteger Bohemia.
III
Diseñar la ruina, controlar la ruina.
La ruina como fuente de conocimiento. Mantener la ruina.
Alejandra desde Tucumán me enuncia desprendimientos.
Papeles sarmentosos.
¿Cómo detenemos el espacio?
¿Asfixiamos sus paredes cerrando ventanas y bajando persianas?
¿O, lo reavivamos con la voluntad transformadora del arte en manos de Mizrahi?

Lila Siegrist

 

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