ALEJANDRA MIZRAHI

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Todo textil es una superficie-testigo. Hay algo que testimonia el tejido cuando se separa de quién lo hizo. Se carga de sentidos, historias, especulaciones, relatos; como una batería solar, que dará de sí durante mucho tiempo. Así, el textil se carga, se autoabastece de su historia, materiales y temporalidades. A veces pretende una utilidad, otras solamente parece testificar. Ha sido construido con unos materiales, cuya puesta en relación son el resultado de una técnica, procedimiento que probablemente le haya dejado huellas históricas y sensuales. Esta superficie-testigo testimonia la pericia siendo un dechado alimentado de lógicas dispares que conviven afectándose continuamente.
Un fragmento de tejido de 20 x 20 cm. cosido a otro de igual tamaño pero de diferente color, evidentemente mal tejido, comparte el travesaño de un caballete gigante con otro tejido traslucido exquisito. El tiempo que llevan los tejidos es lo que más me importa. Tiempo que la superficie pueda testimoniar.
Aquí me propongo traficar superficies que puedan testimoniar lugares y los desplazamientos entre estos. El testimonio toma forma del dechado, muestrario o modelo a través del cual se han puesto en ejercicio algunas técnicas textiles como la randa, el tejido de punto, los bordados y el fieltro.
El tiempo y el tamaño que lleva hacer cada muestra las convierte en mantas-frustradas. Mantas que abrigan la potencia de crecer y dar calor, proteger y acariciar, pero su condición de frustración las coloca en un caballete de madera pudiendo sólo testificar la convicción de unas manos que las hacen.



Feria ArteBa. Buenos Aires, 2019.
Exposición individual en Casa de Pepino. Curaduría Eugenia González Mussano y Lucas Despósito. Córdoba, 2016.

Créditos foto: @aura.ph.art