La piel de la espalda
Año: 2021
Escrito por: Alejandra Mizrahi
Ocasión/lugar de publicación: Texto curatorial de la exposición Rapsodia de Mariano Martínez en Sala Ross, Tucumán.
La imagen
La piel secándose en medio de un frondoso follaje. Clima húmedo. Contienda entre un estado futuro, posible, deseable y el actual. Hay un ida y vuelta permanente. Se seca y se vuelve a humedecer. Una pisada se marca en la superficie e instantáneamente vuelve a recuperar su forma anterior.
El dictamen
Algo se resiste a su condición. El clima sostiene la tensión. La fuerza del deseo acomete su misión en esta rapsodia.
Hay un brusco cambio de luces. Luz de tarde, amarillenta, se filtra por las persianas entornadas. Quien escribe se sienta, prende la computadora y abre un archivo que va a reabrir y reescribir repetidas veces. Una fuerte luz, casi irreal, cae sobre ella, y al mismo tiempo, oscurece en el resto del espacio. Dice en voz alta: Querido Mariano.
(escribe en el archivo) A propósito del cuchicheo sostenido de las superficies, ayer me encontré con un fragmento de un cuento en el que pude tocar una parte de tu pintura. La toqué con la piel, pero con la piel de la espalda, no con la de las manos; la leí con los ojos, pero con los ojos del antebrazo, no con los de la cara.
Con los oídos de mis lumbares he escuchado voces entre las pinturas. Sus conversaciones son confusas por el solapamiento que hay con otras voces -más las de mi mente y la tuya-, y otros sonidos que intento reconocer; a veces se mezclan con lo que veo. En estas charlas de rapsodas hay disputas, conflictos, crisis y suposiciones; un desesperado coro que no proviene de la boca de ningún rostro.
Comencé a entender de a poco los idiomas. Las superficies son políglotas y la mayoría de las veces no encuentro sus palabras en los diccionarios. Sus lenguas son barreras de protección, permiten camuflarse, respiran, excretan y diagnostican. Establecen diálogos de contacto.
Se empieza a alisar la ropa, a componer el peinado, está sumida en un profundo desconcierto, sin embargo, continúa con su misiva: Escuchá esto (escribe mientras oye anonadada, tratando de entender)...
Las superficies comienzan a hablar entre sí. Algunas están sentadas, otras paradas de frente, otras recostadas y algunas tensadas. Entre una brumosa, inestable y eufórica conversación, se identifica un diálogo en un castellano tucumano actual entre QUIEN OCUPA UN LUGAR EN EL ESPACIO y QUIEN SE OCULTA BAJO LAS CAPAS.
QUIEN SE OCULTA BAJO LAS CAPAS (dice susurrando y mirando en dirección a alguien a lo lejos): Los bordes irregulares convocan a lo inmanejable del gesto que intenta controlar…
QUIEN OCUPA UN LUGAR EN EL ESPACIO: ¡Alto ahí! (grita sobresaltadx) No podés contener todo en ese espacio. Se desborda, se chorrea el sentido. Me pregunto por qué tapamos todo, pero vos sí dejas ver algo de lo que tapás… ese pedazo de piel que deberías recortar (a esta última frase, Quien ocupa un lugar en el espacio, la dice con desconfianza mirando hacia abajo y al costado).
Escuchar, mirar, decir y tocar con todo el cuerpo vivo y muerto. El espacio descuartizado del teatro y la pintura.